Mi musa me ha dejado muy ufana…
Se ha ido a pasos largos y certeros
por vaya a saber cuáles derroteros
después de haber saltado la ventana.
Salió a medio vestir, con los ruleros
y un par de medias rústicas de lana,
tan ágil, tan veloz y tan liviana
cual Dafne enfrente Apolo. Con mis peros,
se fue sin explicarme las razones
dejando mis cuartillas desoladas,
sembrando entre las páginas heladas
semillas de vacío y desazones.
Yo sé que soy un poco…demandante…
y que este es un trabajo complicado,
que no contempla agobio ni feriado
y puede resultar algo asfixiante.
Pero escaparse así… ¡es un abuso!
pues nadie la amará como lo he hecho,
y aún válidos, su fuga y su derecho,
de haberla malquerido me recuso.
Acepto que le debo, en teoría:
el gozo de dos libros publicados,
dos años sin dormir y dos pecados
veniales…(Dios perdone mi osadía)
Y envidio insanamente al que ahora mismo
le esté dictando versos, ella sabe,
que a nadie más le di la única llave
capaz de abrirme el cielo o el abismo.
Admito, nuevas musas me han tocado
la puerta y otras cosas, ¡pero no!
no he abierto, me he rehusado, porque yo
soy fiel a su recuerdo. Me he quedado
sangrando en el tintero y expectante
por verla regresar cualquier mañana,
posando algún rulero en la ventana,
al puesto que hasta hoy sigue vacante.
Y aunque esto tenga el viso de una excusa,
soy sólo un alma en pena sin mi musa…
Enrique Brantado y Jumbroso
Puerto de los Martirios, 08 de marzo de 1791
Se ha ido a pasos largos y certeros
por vaya a saber cuáles derroteros
después de haber saltado la ventana.
Salió a medio vestir, con los ruleros
y un par de medias rústicas de lana,
tan ágil, tan veloz y tan liviana
cual Dafne enfrente Apolo. Con mis peros,
se fue sin explicarme las razones
dejando mis cuartillas desoladas,
sembrando entre las páginas heladas
semillas de vacío y desazones.
Yo sé que soy un poco…demandante…
y que este es un trabajo complicado,
que no contempla agobio ni feriado
y puede resultar algo asfixiante.
Pero escaparse así… ¡es un abuso!
pues nadie la amará como lo he hecho,
y aún válidos, su fuga y su derecho,
de haberla malquerido me recuso.
Acepto que le debo, en teoría:
el gozo de dos libros publicados,
dos años sin dormir y dos pecados
veniales…(Dios perdone mi osadía)
Y envidio insanamente al que ahora mismo
le esté dictando versos, ella sabe,
que a nadie más le di la única llave
capaz de abrirme el cielo o el abismo.
Admito, nuevas musas me han tocado
la puerta y otras cosas, ¡pero no!
no he abierto, me he rehusado, porque yo
soy fiel a su recuerdo. Me he quedado
sangrando en el tintero y expectante
por verla regresar cualquier mañana,
posando algún rulero en la ventana,
al puesto que hasta hoy sigue vacante.
Y aunque esto tenga el viso de una excusa,
soy sólo un alma en pena sin mi musa…
Enrique Brantado y Jumbroso
Puerto de los Martirios, 08 de marzo de 1791