I
Los que escribimos poesía
(por ley de No Sé qué Juez…)
deberíamos tal vez
expresar nuestra porfía,
nuestros volcanes internos,
nuestros amores reales,
nuestros puros ideales,
nuestro Cielo, nuestro Infierno,
y todo lo que nos pasa
en un nivel personal,
intimísimo, venal
y adentro de nuestra casa.
II
Si quizás fueran relatos
o cuentos nuestras hechuras,
no habría meta-lecturas
ni sospecha de arrebatos.
Porque el poeta, parece
que estuviera conminado
a mostrar ese costado
emocional que se cuece
entre amor y desazones,
dando siempre al corazón
un lugar de distinción
inundado de ilusiones.
Pero no… hay ocasiones
en las que UN@ desea
que a SU LECTOR lo posea
un propio alud de emociones,
que se espeje en el poema
desconectando al autor
del mensaje turbador
que lo refleja y lo quema…
Ergo, sirvan estas líneas
para aclarar que en los versos
habitan casos diversos
(que no admiten entrelíneas…)
III
Los que verseamos, sabemos
que primero que el placer
estará siempre el deber
y al público nos debemos.
Por ende, sobra decir,
que de cada personaje
mejor no ponerse el traje,
para evitar sucumbir
a la eterna tentación,
que desde Adán ha llevado
al mundo, con su pecado,
vivir en la perdición.
Aunque...
Aunque confieso… vencida...
y con cierto desconsuelo
que descreo que haya Cielo
en la Tierra conocida,
excepto aquél que a pedazos
chiquitos pero divinos
me ha regalado el Destino
cuando me hundió entre tus brazos…
excepto aquél que a pedazos
chiquitos pero divinos
.
.
me ha regalado el Destino
.
.
cuando me hundió entre tus brazos…