No hay reja que nos habite
ni miedo que nos evite
tender invisibles manos,
y andar el aire, ese imperio
intangible, inabarcable,
de límites impensables,
que encierra el mayor misterio.
Tenemos alas.
Las cuerdas
Las cuerdas
no nos ataron los pies.
Nacimos libres, después
burlando toda mancuerda
vamos cumpliendo un destino
precioso, franco, sin vueltas,
encantadas y resueltas
a mostrar un don divino.
El don de la Libertad
que no se compra ni vende,
y que sólo se desprende
de la propia voluntad.
Tenemos alas.
Miranos.
Son el ángel que nos salva.
Y aunque sea, con el alma,
¡copianos!