¨Te amaré eternamente,
y también después...¨
(Heine)
Miro a la rosa. A esa rosa nueva
que se complace en mostrar su hermosura,
que está ufanada en exhibir tersura
y entre el común de las flores se eleva.
¿Sabrá su roja Majestad que el viento,
el sol, el frío y el tiempo invencible
destrozará su belleza increíble
sin la menor piedad ni miramiento?
Y que un mal día, fortuito e incierto,
será tan sólo el recuerdo invisible
de un esencial arquetipo intangible,
como nosotros (como todo muerto).
Lo que es precioso, aunque desaparece,
en atributo, siempre permanece.