Vos vas a andar el camino,
descalzo y entre las piedras,
porque estás acostumbrado
a sangrar sobre las huellas,
a medir la luz por metros,
a avanzar aunque haya niebla,
y a leer en el silencio
la ruta de las estrellas.
Y vas a parar, a veces,
como el peregrino, a tientas,
a descansar en los puertos
con la garganta sedienta.
Vas a beber de otros vasos
y comer en otras mesas,
y dormir en otros brazos,
como el que busca y no encuentra.
Hasta que un día, la aguja
del reloj más somnolienta
te atraviese los ijares
y necesites mi lengua,
《mentada en el doble filo,
siempre osada, nunca lenta,
con gusto tan selectivo,
doctorada en imprudencias》
(para no dormir el sueño
de los que viven a medias,
y para darle un sentido
al sin rumbo de tus siestas).
Y yo, que te escribo siempre
con la tinta de las venas,
que te respiro en el aire
cuando marcho en la vereda;
que te dibujo en las sábanas
con un volcán en las yemas,
y que CREO en tu valor
con la fe de los que rezan;
que te muerdo con el pan
caliente que, como ofrenda,
mi madre todos los días
reparte sobre la mesa...
te voy a estar esperando,
sin peros y sin enmiendas,
con la boca envuelta en llamas,
con las palmas bien abiertas
y el prodigio de este fuego,
que se desborda en licencias;
y mis huesos expatriados
que todavía te sueñan.
Q U E T O D A V Í A T E S U E Ñ A N
T E S U E Ñ A N